“En medio de una orgía sexual, como en las que participaba dos sábados cada mes, Juan Romo sintió que estaba desperdiciando su vida. (A los 25 años -se dijo- es un crimen destruir conscientemente el organismo). Con una extraordinaria claridad sobre lo que habría de ser su vida futura, recogió su ropa y abandonó esa casa de lujuria, donde parejas y grupos de enardecidos copuladores se entregaban a todos los excesos. Desde ese día y durante tres años completos, escogió el camino de la absoluta abstinencia sexual. Un día de marzo, yendo por la calle, le dio un ataque al corazón y murió.”

Respecto de esa muerte hubo dos versiones: Una aseguraba que Juan Romo había fallecido a consecuencia de los excesos sexuales que cometió años antes; otra sostenía que su muerte no tenía otra explicación que la propia abstinencia sexual.

El caso es extremo, pero ejemplifica una vieja discusión que plantea la pregunta. ¿La abstinencia sexual es buena o mala para la salud?

Naturalmente, los pensadores de ciertas sectas o religiones han afirmado que una vida casta es saludable y recomendable. Dicen:

“El hombre que se abstiene del comercio sexual gana años adicionales de vida. Las efusiones sexuales y su culminación debilitan el organismo. Toda pérdida de semen representa riesgos para un organismo equilibrado. Por lo tanto, un control rígido de la libido es siempre más sana que lo contrario, aun en el matrimonio, donde la procreación hace de freno de los apetitos exagerados, sugiriendo a los cónyuges la castidad como una alternativa de fortalecimiento espiritual”.

Otros autores piensan que la abstinencia sexual sería “una perversión sexual”. Remy de Gourmont, un escritor francés (1858-1915), se hizo célebre porque afirmó lo siguiente:

La más singular de todas las aberraciones es sin duda la castidad. No porque la consideremos antinatural (nada de lo que existe puede considerarse antinatural) sino por los pretextos a los que obedece.”

¿Y es buena la abstinencia sexual?

Las abejas, las hormigas, las termitas, presentan ejemplos de castidad perfecta y, al mismo tiempo, de castidad utilizada, de castidad social, involuntaria y congénita. El estado neutro es, entre los insectos, un estado físico, equivalente al estado sexual y origen de una actividad caracterizada. En los hombres es con frecuencia un estado aparente o transitorio producido por la voluntad o exigido por la necesidad: un estado precario tan difícil de mantener que, para conseguirlo, se rodea de toda clase de murallas morales y religiosas, y hasta reales, construidas de piedra y ladrillo.

“La castidad constante y voluntaria es casi siempre una práctica religiosa. Los hombres han creído en todos los tiempos que sólo pueden aspirar a la perfección con esa renuncia; parece un absurdo y es, al contrario, algo de un lógica inquebrantable. La única manera de diferenciarse del animal es abstenerse de un acto al que se entregan todos los animales sin excepción. El mismo fundamento hizo concebir la abstinencia y el ayuno; pero como sin comer no se vive, pero sin amor sí, las privaciones del estómago quedaron limitadas.

“No es dudoso que el ascetismo, del que sólo es capaz el hombre, pueda colocarnos a mayor altura sobre la animalidad; pero no basta por sí solo; aislado no sirve más que para excitar el orgullo estéril; es preciso añadirle el ejercicio vigoroso de la inteligencia. Falta saber si el ascetismo, privando a la sensibilidad de uno de sus alimentos más sanos y más excitantes, puede favorecer el ejercicio de la inteligencia”.

Agreguemos nosotros algunos aspectos que deben tenerse en cuenta, además, para analizar objetivamente este problema, al margen de consideraciones religiosas o morales.

Por una parte, el sexo es una de las funciones primordiales de los seres vivos. Cancelarla, privarla o eliminarla, equivale a desequilibrar el conjunto de los sistemas orgánicos. Desde este punto de vista, la abstinencia sexual no puede ser contemplada como algo saludable.

Desarrollado el individuo, la actividad sexual regular contribuye a la armonía del cuerpo y de la mente. Se ha comprobado, en investigaciones de campo, que las personas que inician temprana y regularmente sus actividades sexuales pueden continuarla hasta la vejez sin problemas.

A la vez, se observa que hay muchos trastornos psicológicos y psicosomáticos consecuencia de prolongados períodos de abstinencia sexual. Entre otros, pensamientos obsesivos y hasta compulsivos respecto del sexo, estados depresivos, ansiedades, insomnios, reacciones histéricas, inadaptaciones sociales, hipocondrías, mareos y otros males de la psique, alergias, pruritos, vaginismo, priapismo, etcétera.

Es que la abstinencia sexual nunca puede ser absoluta. Generalmente, quien obliga a su organismo a la abstinencia o se ve forzado a ella, carga cuando menos con las malas pasadas que le juega su imaginación.
Es conocida la lucha de los hombres santos contra las tentaciones de la carne, que los impelían a la flagelación, al uso del cilicio y al ayuno. San Jerónimo dejó testimonio escrito de sus sufrimientos de abstinente:

“En mi imaginación me vi muchas veces rodeado de muchachas, y aunque mi rostro estaba pálido por el ayuno, mi mente ardía en deseo dentro de mi cuerpo frío y las llamas de la lascivia quemaban mi organismo que parecía muerto”.

Por eso, ante la imposibilidad de controlar los instintos sexuales, San Pablo sentenciaba:”más vale casarse que abrasarse”.

¿Y es buena la abstinencia sexual?

La continencia sexual, que se recomienda con fines de planificación familiar, no está exenta de riesgos. En China, lugar en que se ha obligado a los individuos a abstenerse del sexo para controlar la explosión demográfica, se ha incrementado en forma proporcional la presencia de trastornos emocionales, conductas antisociales y criminalidad sexual.

Otra continencia forzada es la de los deportistas en períodos previos a competencias importantes y que, según especialistas en medicina deportiva, es fuente de tensiones e irritabilidad y malogra todo lo ganado con un exigente entrenamiento. Por eso, hoy se está recomendando precisamente lo contrario: que el deportista continúe con su vida sexual regular.

El derecho penal moderno rechaza, con justa razón, la privación sexual a que se somete a los delincuentes en las cárceles y estimula la creación de venusterios u otros sistemas de desahogo de la sexualidad, contemplando las consecuencias a que han llevado sistemas penitenciarios que imponen como pena adicional -y arbitraria- la abstinencia sexual obligatoria.

En resumen: de todo lo dicho debe concluirse que la abstinencia sexual hace más mal que bien a la salud.

Esto muestra la necesidad de echar por la borda algunos mitos y falacias:

  • No es cierto que privarse de la sexualidad prolongue la vida.
  • No es cierto, tampoco, que la actividad sexual debilite el organismo ni que las emisiones voluntarias o involuntarias de líquido seminal mengüen las capacidades orgánicas. En los hechos, una descarga de semen equivale, como dice Rubin, a una expectoración de saliva, que el organismo recupera con rapidez a través de las hormonas sexuales.

Es cierto, sin embargo, que una vida casta contribuye a evitar las enfermedades venéreas. Esto si se entiende la castidad no como abstinencia sexual, sino como una actitud ajena a las prácticas promiscuas y que prefiere las relaciones estables, regulares y con pareja conocida.

Ahora, si alguien quiere probar su fuerza de voluntad absteniéndose del sexo por poco o mucho tiempo, la satisfacción obtenida por el éxito de la prueba puede ser benéfica para su equilibrio psíquico. Pero ese éxito o el fracaso dependerán de su realidad erótico sexual, pues las consecuencias de una privación sexual forzada o voluntaria están siempre en relación con el temperamento de cada persona.

Aunque no se debe olvidar el apotegma del tantrismo hindú, que no por antiguo es despreciable: “la abstinencia sexual es el camino seguro a la destrucción espiritual.”


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