El deseo sexual es lo que nos mueve a mantener relaciones sexuales. Pero algunas personas son incapaces de tener fantasías sexuales o de desear el coito con otra persona. Padecen el Trastorno del Deseo Sexual.

El Trastorno del Deseo Sexual consiste en la disminución o ausencia persistente o recurrente de fantasías y deseo de actividad sexual, con angustia o dificultades interpersonales como consecuencia.

También llamado trastorno del deseo sexual inhibido o hipoactivo puede ser de toda la vida o adquirido, o bien generalizado (global) o bien situacional (específico con cierta pareja). Se da en el 20% de las mujeres y el 10% de los hombres.

El deseo sexual responde a un proceso psicosomático complejo basado en la actividad cerebral (un “generador” o “motor” que funciona en forma de reostato cíclico), un medio hormonal escasamente definido y un argumento cognitivo que incluye los intereses y la motivación sexuales. La desincronización de estos componentes da lugar a trastorno del deseo sexual inhibido.

La forma adquirida suele deberse a aburrimiento o infelicidad en una relación de mucho tiempo, depresión (que en el hombre conduce a la disminución del interés por el sexo con mayor frecuencia que a la impotencia y en la mujer a inhibición de la excitación), dependencia de alcohol o drogas psicoactivas, efectos secundarios de medicamentos (p. ej., antihipertensivos o antidepresivos) y deficiencias hormonales. Este trastorno puede ser secundario a una alteración funcional en las fases de excitación o de orgasmo del ciclo de respuesta sexual.

Sin deseo sexual, sin relaciones sexuales

La variedad generalizada de por vida a veces se asocia a acontecimientos traumáticos durante la infancia o la adolescencia, a la supresión de fantasías sexuales, al contexto de una familia disfuncional o, en ocasiones, a niveles bajos de andrógenos.

Por lo general, se consideran posibles causas niveles de testosterona inferiores a 300 ng/dl en el hombre y menores de 10 ng/dl en la mujer.

La testosterona es necesaria para mantener intacto el deseo tanto en hombres como mujeres, pero por sí sola no es suficiente; por otro lado, corregir la deficiencia hormonal puede que no mejore el trastorno de deseo sexual inhibido.

La persona que padece esta patología se queja de falta de interés por el sexo, incluso en situaciones habitualmente eróticas.

El trastorno conlleva escasa actividad sexual, lo que a menudo da lugar a graves conflictos de pareja. No obstante, algunos pacientes mantienen relaciones sexuales con una frecuencia satisfactoria para su pareja y pueden no tener problemas en la actividad sexual, aunque siguen encontrándose apáticos en ese terreno.

Cuando la causa es el aburrimiento, suele disminuir la frecuencia de relaciones con la pareja habitual, pero el deseo puede conservarse normal o ser incluso intenso hacia otras (variante situacional).

Debe realizarse un historial detallado, ya que el problema puede ser secundario a dificultades conyugales, tal vez porque la persona se sacia con otras relaciones fuera del matrimonio. No cabe diagnosticar este trastorno cuando los síntomas se explican mejor dentro de otro cuadro psiquiátrico (p. ej., depresión) o de una enfermedad somática (p. ej., enfermedad terminal, endocrinopatía).

Si el paciente también presenta disfunción sexual, el médico habrá de determinar qué fue primero: si la disfunción produjo la pérdida de deseo o viceversa.

El tratamiento se orienta a suprimir o aliviar la causa subyacente, por ejemplo, un conflicto de pareja, depresión u otra disfunción sexual (especialmente falta de excitación o dificultades para el orgasmo).

En el caso de deficiencia de andrógenos, puede ser necesario cambiar la medicación y administrar testosterona por vía intramuscular.


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