Hoy, cada vez más mujeres y varones heterosexuales disfrutan sin prejuicios de caricias anales. Pero hay que hacerlas bien.

Aunque no hay estadísticas confiables sobre el tema, el sexo anal parece estar incorporándose en las actividades sexuales frecuentes de la gente de hoy. Antaño, fue rechazado con cierta unanimidad, proyectándose un concepto negativo, según el cual no era “decente”, sino práctica de libertinos, putas o homosexuales. Aun así, algunas mujeres transgresoras lo llegaron a adoptar para conservar el himen y llegar “vírgenes” al matrimonio gozando del sexo

Hoy, sin embargo, hay una diferencia, porque la elección de la vía anal les está brindando a muchas mujeres plenas y memorables satisfacciones, inclusive orgásmicas, a despecho de añejos prejuicios que rodeaban la práctica. Por otra parte, varones absoluta o preferentemente heterosexuales han descubierto que la estimulación anal es altamente gratificante y aceptan los juegos digitales y orales en la región, cada vez con mayor liberalidad.

Son tiempos nuevos

Persisten, empero, los problemas derivados de la falta de una buena información, ya que son muy pocos los manuales de educación sexual y la documentación específica que verdaderamente ilustre sobre las técnicas anales.

Los goces del sexo anal: disfrutar sin prejuicios

De los renglones que cada día abordan y con mayor profundidad los analistas del sexo, adelantemos algunos:

  • Los prejuicios
  • La higiene
  • La lubricación
  • La excitación
  • Las posturas

Veamos estos por separado.

Los prejuicios

Abundan los prejuicios acerca de esta práctica sexual:

  1. El más antiguo se enlaza con la concepción judeocristiana de la sexualidad que se sintetiza en la afirmación de que el ano no es vaso idóneo para la cópula puesto que impide la finalidad fecundante del sexo. De allí que la sodomía, denominación que sirve por igual al bestialismo como a la penetración anal, sea considerada pecado.
  2. Para muchos, además, por ser el ano puerta de salida de los excrementos, existe la connotación de que es ésta una práctica sucia y necesariamente prescindible, donde la descalificación se traduce en sórdidos apelativos (la “pista del guano”, por ejemplo).
  3. Agréguese a ello un mito frecuente: el de que el sexo anal es una experiencia dolorosa, causante de inenarrables sufrimientos. Y, en fin, el otro, obra de la literatura, el vídeo y el cine pornográfico, que hace del coito paradigma de la humillación femenina.
  4. Entre varones, el machismo impone sus reglas. No se acepta que el hombre goce de las introducciones por el ano, aunque éstas sean practicadas por mujeres, ni tampoco las iniciativas acariciadoras que tenga como objetivo la región anal. Se conserva en buen porcentaje de la comunidad masculina heterosexual el tabú de “la puerta estrecha”, como llegó a llamar subliminalmente Andre Gide, el Premio Nobel de Literatura, a esa región, convalidando la práctica como exclusividad homosexualidad y dejando en claro que el “macho probado” es quien acepta penetraciones, y las disfruta.

Y podríamos mencionar más prejuicios. Pero con lo dicho parece suficiente.

Sobre el particular, no hay que confundirse. Hasta la iglesia católica, en boca de los confesores, acepta la penetración sodomítica siempre y cuando forme parte del arsenal de los juegos preliminares y no constituya un fin que perjudique o evite el acto genésico. Es decir, se puede siempre y cuando la eyaculación se deposite en el “vaso idóneo”, que sería lo normal..
Pero, para no sesgar datos, hay que recordar en esta parte una argumentación peculiar. Según el célebre Marqués de Sade la madre naturaleza hizo redondo el agujero del culo y cilíndrico el pene, por lo cual “lo natural” sería determinado por esas coincidencias y “lo no natural” por las discordancias de forma entre pene y vagina. Citable filosofía de un varón que, en todos sus escritos, insistió en los deleites vía anal, azotes incluidos.

Los goces del sexo anal: disfrutar sin prejuicios

La higiene

En otro renglón de preocupaciones está el excremento vinculante. Existe, ni qué dudarlo, pero puede evitarse o, a lo menos, eliminarse a un mínimo máximo, con adecuada higiene precoital. Y si algo queda, integraría los misterios de una práctica que nunca pierde sorpresa, revelación o atractivo.

Ha de rechazarse igualmente, por exagerada, la cuestión de los dolores. Suelen producirse por lo general debido a dos razones: uno, la impericia de los practicantes, ayunos de técnica erótica, que proceden con torpeza; y, dos, la sempiterna presencia del tabú o el prejuicio que condimenta negativamente el ejercicio, añadiéndole involuntarias contracciones al esfínter, causantes de molestias. Aquí, de lo que se trata es de soltarse, de dejarse llevar, de relajarse, como en la visita al odontólogo.

Por último, de humillación, nada, sobre todo cuando hay la decisión compartida del goce o de la innovación. Y, entre varones, cuentos. Porque sacarle melodías a una zona erótica no marca preferencias. Sólo establece otro camino que enriquece las búsquedas del goce.
El segundo gran tema es la higiene. Con lavado exhaustivo, ad hoc para la experiencia, la pretendida suciedad del coito anal pasa a un plano definitivamente secundario. Se han sugerido hasta los enemas si de pulcritud se trata, a efecto de que no se produzcan encuentros cercanos con la materia fecal. Pero, sabemos, no hay que abusar de los enemas. Basta con lavarse bien, empleando abundante agua y jabón -ojalá neutro.

La lubricación

Y viene la tercera cuestión: la lubricación, que es crucial.

El conducto anual es seco y no se lubrica por sí mismo. Resulta indispensable, entonces, ayudar a la penetración. Al respecto, la pregunta es: ¿Qué lubricantes emplear? El mejor, indiscutiblemente, es la vaselina, que tiene la virtud de permanecer en el área impregnada superando embates y envites. Respecto de esto, debe advertirse que la vaselina y otros productos no solubles en agua no deben ser utilizados con condón, ya que lo dañan. En estos casos deben preferirse jaleas, pomadas o aceites hidrosolubles, también eficaces. Y, por cierto, hasta la cocina tradicional hace sus aportes, ya que, como lo demostró Marlon Brando en una escandalosa escena de “El Ultimo Tango en París” la mantequilla convierte la experiencia en fiesta gastronómica. A falta de lubricantes, por olvido o imprevisión, siempre queda el recurso supremo y natural: la saliva que, diestramente utilizada, coadyuva a penetraciones en profundidad.

La excitación

El cuarto asunto es la excitación.

Esto implica sabiduría en los juegos preliminares. Sin éstos, todos lo sabemos, el sexo es práctica desprovista de gracia, “huevo sin sal”, como decían los antiguos. Y aquí, cuando de sexo anal se trata, la estimulación ha de referirse, también y particularmente, a la región anal, dosificada y calma, sensibilizando, buscando la respuesta. Con un dedo o con dos, por los bordes, en insinuaciones de invasión, hasta ensayarla y probarla. Con actividades orales.

Nada es malo, nada es pernicioso, nada es sucio. Lo importante es hacer que estos juegos preliminares acostumbren al receptor a percibir esa zona como gratificante. De ahí que nunca es demasiado el tiempo que se dedica a su preparación. Y, en ello, las actividades digitales y bucolinguales son básicas, ya que contribuyen a favorecer penetraciones ulteriores, generalmente obstaculizadas por las contracciones musculares involuntarias.

En este punto, cabe también un paréntesis sobre la delicadeza.
Prejuicios, miedos, satanizaciones, mitos y otras tergiversaciones, obligan a extremar precauciones. Así, la delicadeza en esta práctica es crucial y traza la frontera entre lo que dejará, por largo tiempo, una huella placentera o ingrata.

La torpeza, la exigencia burda, la brutalidad o la violencia, esbozadas apenas, rompen esos momentos mágicos, presididos por la disposición o la aceptación. El coito anal no es un “juego de lágrimas” sino de sensaciones gratas y, como tal, ha de practicarse con prudencia y con respeto para el otro. En muchos casos, requiere de mucha paciencia, perseverancia, persuasión, convencimiento, retiradas estratégicas, y navegaciones y regresos, según decía el poeta.

Los goces del sexo anal: disfrutar sin prejuicios

Las posturas

Comentemos el momento de los momentos: el del coito.

Para el éxito de éste, la postura es esencial. Como en todo, para las primeras veces, hay que recurrir a las más simples y eficaces, que son, en nuestra opinión tres:

  1. Una, en posición del misionero, frente a frente y el receptor, ojalá con una almohada bajo las caderas, con las piernas abiertas y flectadas contra el pecho.
  2. Dos, la clásica, con el receptor en posición cuadrúpeda, a lo “perrito”, tal vez con un almohada o cojín de soporte en el pecho.
  3. Tres, con el receptor en posición lateral, dando la espalda, con una pierna flectada y otra extendida.

En cualquiera de ellas, la penetración ha de ser progresiva, insertando con precisión el glande en el orificio anal y avanzando, sin ruptura de continuidad, por el pasaje, con apropiado cálculo del mejor ángulo y pleno aprovechamiento del nivel de excitación alcanzado y de la lubricación, que habrá de renovarse cuantas veces se requiera.

Las circunstancias determinarán el carácter de los embates subsiguientes, su intensidad y graduación, así como las pausas y detenciones. Imperativa es, en esta etapa, la estimulación manual de otras zonas erógenas, al igual que una participación activa de la pareja, que propicie y colabore a las maniobras de penetración.

En estas primeras ocasiones, es conveniente observar algunos noes:

  • No insistir en penetraciones profundas, si se advierte rechazo a las mismas.
  • No acelerar los ritmos copulatorios.
  • No variar la postura de mejor resultado Interrumpir la cópula cada vez que la pareja lo pida, reanudándola cuando retorne la disposición a ésta.

Y debe tenerse en mente:

  • El coito anal es una de las tantas y variadas alternativas que ofrece la vida sexual. Esto tiene dos corolarios: El primero, que desearlo no es reprochable; el segundo, que no hay que limitarse u obsesionarse respecto de él.
  • Por otra parte, no hay que olvidar que del sexo anal proviene un alto porcentaje de los contagios del VIH. Es mandatorio, consiguientemente, que en su práctica se utilice condón, cuando se intenta con desconocidos o individuos promiscuos.

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