Últimamente he estado observando a la clase política y el lenguaje que utilizan cuando se dirigen a la ciudadanía y la verdad es que todavía en muchos casos dan pena.

Algunos siguen haciendo invisibles a las mujeres. Siguen con la dinámica de los genéricos masculinos y lo peor del caso es que cuando les haces una llamada de atención y les comentas el tema advirtiéndoles que esa no es la solución más adecuada, en algunos casos, te miran y con palabras o miradas te dan a entender que están demasiado ocupados -o lo que es peor ocupadas- como para andarse con remilgos.

Y es duro de digerir que la clase política esté tan poco concienciada en estos temas.

Habría que darles un curso especifico sobre lenguaje no sexista a ellos y a ellas. A las gentes que se sientan en un banco del Congreso de Diputados o del Senado, o de las Cortes o Parlamentos, o lo que es peor porque a la ciudadanía nos queda más cercano, a nuestras Alcaldesas o Alcaldes, Concejalas y Concejales.

Es una verdadera pena que no acaben de asumir que las mujeres somos ciudadanas del mismo orden que los hombres. Que nos sigan haciendo invisibles en el lenguaje, precisamente cuando nuestras lenguas, sobre todo el castellano, son tan ricas en términos que no hacen invisibles a las mujeres, o no las hacen idénticas a los hombres, puesto que no lo son y me refiero a términos del tipo “el hombre” para referirse a la humanidad, o a “los ciudadanos” para referirse a la ciudadanía, y así un largo etcétera…

Habría que hacer una gran campaña entre la clase política para que entendieran que a las mujeres no nos apetece, en absoluto, seguir siendo invisibles en ningún aspecto. Y evidentemente mucho menos en el lenguaje, que es el más importante vehículo de comunicación entre los seres humanos.

De nuevo a vueltas con el lenguaje no sexista

Resulta duro escuchar a tu Alcalde o Alcaldesa en una Sesión Plenaria hablar de temas importantes “para una mejor calidad de vida de los ciudadanos”. Evidentemente utilizan el genérico, pero también podrían comenzar a cambiar el esquema mental de la redacción de documentos y hablar de “mejorar la vida de la ciudadanía”. Las mujeres nos sentiríamos mucho más identificadas con el discurso, puesto que de forma implícita nos reconocerían como personas únicas y no idénticas a nadie. Nos reconocerían como parte de esa ciudadanía variada, heterogénea y diferente que conforma nuestra sociedad.

Normalmente, los discursos están construidos como si los únicos sujetos receptores del mismo sólo tuvieran un género: el masculino, y las mujeres sólo existiéramos como consecuencia de nuestra relación con los hombres, algo que es absolutamente falso. Y eso precisamente es lo que se hace con los genéricos masculinos que, por tradición, venimos utilizando desde tiempos inmemoriales.

Y aunque las mujeres estamos acostumbradas a que se nos hable con esos genéricos masculinos, es necesario ir cambiando esa costumbre o hábito para ir tendiendo a nombrar en masculino y en femenino, puesto que esta sociedad está conformada de hombres y mujeres.

La clase política es la primera que ha de dar ejemplo al resto de estamentos que conforman la sociedad, puesto que de ella emanan las leyes, decretos, acuerdos, normas, etc… que la ciudadanía hemos de cumplir. Y, si por ciudadanía se entiende el conjunto de habitantes que hay en un determinado estado, país, ciudad, etc…se les tendrá que identificar en el lenguaje, y no sólo con su documento de identidad, sino como mujeres y hombres que somos y contribuimos, todas y todos, a que en nuestro respectivo lugar de residencia se viva mejor.

Soy mujer y quiero que nos veamos reconocidas como tal en sus discursos.


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