“A la edad de 17 años abandoné, sin saludar, a mi casa paterna. En los siete años siguientes prácticamente no la volví a pisar. La relación con mis padres, debido a su incapacidad de comprender la homosexualidad y la incapacidad de todos nosotros de dialogar, se había vuelto un verdadero martirio que no pude soportar más.”

Con el correr del tiempo fui elaborando cierta autoestima y comprensión por la situación de mis padres. Recién ahora me encuentro en condiciones de escribir una carta, que ya debería haber escrito hace ocho años, pero en aquel entonces yo carecía de los conocimientos necesarios, de una sana autoestima y del valor para discutir respetuosamente con mis padres.
Deseo que no solamente mis padres reflexionen sobre su entendimiento del amor paternal. Sé por nuestras amistades y conocidos que nuestra familia no es la única que está en peligro de quebrarse debido al tema homosexualidad. Por esto pido a los padres, en nombre de todos los jóvenes que no pueden hablar, que tomen conocimiento de mi carta. (T.E.)

“¡Me enfermaría si tuviera que vivir de otro modo!”

¡Queridos padres!
Saben que no me gusta discutir con ustedes, y que los desentendimientos entre nosotros también para mí son desgastantes y muchas veces dolorosos. Me cuesta mucho hablar con ustedes acerca de mí en forma tranquila y sensata. Por eso prefiero escribir. Es mi deseo que nos conozcamos mejor, porque yo soy su hijo y existe una unión entre nosotros, aunque en el momento les resulte difícil porque soy homosexual.

Sé que desean que funde una familia y les dé nietos, y que llegue a ser una persona decente y respetada. Las cosas serían mucho más fáciles para todos nosotros si no fuese homosexual, pero lo soy. No sería bueno para mí, y me deprimiría y enfermaría, si debiera vivir de modo distinto al que estoy viviendo. Por favor no traten de persuadirme a tener sentimientos que no tengo. Tampoco traten de que yo elimine sentimientos que poseo y que son buenos y honestos.

No puedo prometerles nietos, tampoco las personas heterosexuales desean, a veces, tener hijos o no pueden tenerlos. Pero podría encontrar a una persona que sea tan buena, respetable, honesta, digna de confianza y tierna que me permita convivir en una unión que también ustedes podrían respetar, porque es humana y honorable. No me perderían, sino, al contrario, podrían integrar otro miembro a la familia al que, tal vez, lleguen a querer. Confíen en que siempre respetaré los valores que ustedes me han transmitido.

Soy homosexual. Acéptenlo, acéptenme como soy.

Déjenme mi sexualidad, mis sentimientos, mi amor. Temo que podrían quererme menos, se podrían apartar de mí, me podrían expulsar, porque yo deseo vivir de acuerdo a mis sentimientos. No me entiendan mal, porque no los quiero presionar al imponerles algo que todavía no están en condiciones de aceptar. Solamente les pido no cerrar los ojos y escucharme. Tenemos tiempo de aproximarnos mutuamente. Deseo que nos entendamos mejor y no nos lastimemos inútilmente.

Puedo imaginarme que el tema de la homosexualidad, ahora que ustedes y nuestra familia están confrontados con él, tal vez los haga sentir muy molestos, porque les causa miedo y se sienten inseguros con él.
Veo la suciedad y el sensacionalismo en los diarios y otros medios, escucho los rumores y la charlatanería de los vecinos. Las personas saben muy poco sobre la homosexualidad, a pesar de que ya existen algunos libros que dan información objetiva y adecuada. Ustedes deberían escuchar a personas especializadas y buscar contacto con homosexuales o personas que aceptan sin problemas a otras que son distintas.

Si hay conocidos que me menosprecian secretamente, aunque no haya hecho nada malo, si no se toman el trabajo de comprender, si olvidan todo lo que había y hay de bueno en mí, entonces no pertenecen al grupo de personas que deseo que sean mis amigos. Sentiría una gran desilusión si el miedo que ustedes puedan sentir ante habladurías fuera mayor que el amor hacia mí.

“¡Es mi oportunidad de amar y llegar a ser feliz!”

Para mí la sexualidad es un campo en el que todos deberían tener su libertad personal. Yo me la tomaré, aunque por ello experimente el rechazo o aún el desprecio de algunos. Esto me lo debo a mí mismo, y, después de todo, hay unas cuantas personas que me aprecian como soy, y por lo que soy.
Ustedes no deben buscar causas por las que justamente su hijo resultó ser homosexual. Nadie tiene la idea de pensar en su necesidad de sueño o sus comidas preferidas. Pienso que aceptamos lo que nos parece normal, y nos hacemos problemas solamente por aquello en nosotros que resulta desagradable no tanto a nosotros mismos, sino a los demás. Yo mismo no sufro al ser homosexual. Es mi oportunidad de amar y ser feliz. Pero me dificultan mi vida las otras personas que se sienten molestas innecesariamente.

No me cuelgo voluntariamente un cartel al cuello y tampoco hiero por gusto no más la sensibilidad de otras personas, pero no veo nada malo en intercambiar miradas enamoradas y sensuales o de pasear por el parque, o también tenerse de la mano o darse un beso. Incluso todos hacen esto especialmente para la alegría de los espectadores. “Qué linda pareja” dice la gente. Pero al fin y al cabo siempre es lindo cuando las personas se aman, se desean y expresan esto también en palabras y gestos.
Me haría muy feliz si ustedes, mis padres, me apoyaran y ayudaran a fortalecer mi autoestima. Los pequeños pinchazos de la vida diaria me llegarían o lastimarían menos.

Naturalmente no puedo pedir nada de ustedes, así como ustedes tampoco de mí, puesto que cada uno tiene su vida propia por la que es responsable y que solamente él mismo puede vivir. Ustedes me han dado la vida y me han criado. Fue una época en que yo dependía en todo sentido de ustedes. Ustedes han cumplido en forma maravillosa la responsabilidad que habían asumido luego de engendrarme. Por esto les estoy muy agradecido. Ahora llega el tiempo en que comienza mi vida propia, independiente, controlada por mí mismo. Me gustaría hacerlos participar de ella. Pero si no debo dudar de vuestro interés y vuestro amor, entonces tampoco deben poner condiciones que yo no puedo cumplir sin mutilarme. Yo tendría que abandonarlos o morir. No me quiten la vida que algún día me han regalado, ni el derecho a la autodeterminación. No deseo ser desagradecido, y creo que no lo soy.

“Ahora comienza la etapa en que yo mismo gobierno mi vida”

Cuando yo nací ustedes alentaron determinadas ilusiones sobre mi persona. Deben tener en cuenta que esto no fue ni es justo, porque ustedes no me podían preguntar si yo deseaba cumplir con sus ilusiones, e incluso si estaba en condiciones de hacerlo. Y yo tampoco podía contestarles. Debe ser un gran desengaño para ustedes si les quito una ilusión. Conozco el dolor por ilusiones que mueren, pero también sé qué liberador y reconfortante es cuando son reemplazadas por sueños realizables. Ustedes y yo podríamos soñar y realizar juntos uno de estos sueños, del mejor modo que podamos. ¿ No les parece ?
No han hecho nada mal, ni son culpables de nada, pero tampoco son simplemente víctimas. Si les pudiere reprochar algo, sería, solamente, el hecho de que han seguido la tradición que es obligación de los hijos obedecer a sus padres y cumplir con sus expectativas. Expectativas que a su vez han sido transmitidas por sus propios padres. A través de mi propia experiencia conozco cuán tremendamente difícil resulta interrumpir la eterna cadena, la cadena que consta de preceptos y prohibiciones, de castigos en palabras y golpes, de obligación y obediencia, y del miedo a no ser suficientemente bueno y de perder aquel amor ficticio que solamente aparenta ser un amor, y que evidentemente está atado a la obediencia. Generaciones antes de nosotros han vivido según esta tradición, y seguirán viviendo de este modo generaciones futuras.

A la culpa le corresponde un delito, y al delito una víctima. No me siento dañado ni engañado por mi homosexualidad. En este sentido no tengo motivo para quejarme. También las personas heterosexuales viven desilusiones en sus amores, o provocan incomprensión o rechazo por parte de su entorno debido a su propio carácter.
En mi opinión ustedes me han dado un verdadero ejemplo de relación entre varón y mujer. A pesar de ello, soy homosexual. Mis hermanos no lo son.

No puedo detectar ninguna diferencia entre mí y otros representantes de mi sexo. Con excepción del objeto de mi deseo, tampoco soy atípico en mi comportamiento sexual. No me parece importante diferenciar psicológicamente los modos de pensar femeninos de los masculinos, puesto que no aparecen con tal pureza. Se dice que las mujeres son más sentimentales, sensibles, intuitivas, estables en sus sentimientos, pasivas en sus relaciones. Los hombres representan todo lo contrario. Yo no comparto esta opinión. Todo lo que veo como específicamente femenino o masculino, lo encuentro en mí mismo, en ustedes y en otros, indistintamente en hetero- u homosexuales, y en forma más o menos determinante de acuerdo con su sexo biológico.
Esto es una condición recomendable para que hombres y mujeres puedan entenderse y relacionarse mutuamente. En la medida en que ustedes se esfuercen en detectar y aceptar sus propios componentes correspondientes al otro sexo y sus sentimientos de íntima y cariñosa amistad hacia el propio sexo, ya no se sentirán agredidos por mi sexualidad en su femineidad y masculinidad. Ustedes están bien como son, y yo también.

Seguramente les habrán enseñado que la homosexualidad es un pecado antinatural. Esto no es cierto. Yo vivo de acuerdo con mi naturaleza y no dejo de pertenecer a Dios. No me gusta mucho expresar la siguiente comparación, pero también en el reino animal desde los helmintos hasta las hienas y los gorilas existe la homosexualidad. El concepto de “antinatural” relacionado al comportamiento animal me parece absurdo. Además no es suficiente ver la sexualidad humana solamente en relación a la procreación. También existe para expresar sentimientos que no pueden expresarse solamente en palabras, y sirve al propio placer y a la complacencia del otro. No tiene sentido si hoy en día alguien aplica el argumento medieval de la función procreativa contra la homosexualidad, puesto que mientras tanto la procreación del ser humano ha llegado a ser más bien un factor secundario del placer, y no al revés. Nadie prohibirá seriamente a mujeres y varones heterosexuales estériles el derecho a la sexualidad.

“¡Podemos aprender mucho el uno del otro!”

¡Queridos padres! Soy homosexual. Acéptenlo, acéptenme como soy. Déjenme mi sexualidad, mis sentimientos, mi amor. Y vean también todo lo demás en mí, puesto que soy una persona con muchas facetas.
No me entiendan mal: no quiero presionarlos a aceptar algo que todavía no pueden aceptar. Solamente les ruego no cerrar sus ojos y escucharme. Tenemos tiempo para aproximarnos el uno al otro. Deseo que aprendamos a comprendernos mejor y no lastimarnos innecesariamente.

Hay tanto para descubrir mutuamente, para aprender el uno del otro, para experimentar juntos y luego compartir. Soy feliz pensando en una vida cerca de ustedes.

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